Anoche con la casa de mi madre.
Estaba en el comedor propio de los años 50, esos aparadores con cajones en el centro , armarios a los lados y un gran espejo de lado a lado, en el que yo me miraba y me hablaba cuando apenas subía un palmo del suelo, y gesticulaba mucho señalando a la que tenía enfrente.
Decía mi madre que me subía haciendo uso de los tiradores de los cajones a modo de escalera, aún lo recuerdo vagamente.
Igual que recuerdo vagamente como me colgaba del borde la mesa de dicho comedor balanceandome como un mono hacia adelante y detrás.
Esa mesa que dejé marcada con los tornillos del corsé ortopédico que llevé durante 3 años y medio muy largos, y que hizo de mesa de estudio, arrodillada sobre un cojín para que los ojos me quedaran a la altura del tablero y poder leer y escribir. Cuando me cansaba de esa posición, me ponía de pie con mis inocentes 14 años, me inclinaba apoyando el cuerpo sobre el borde y la barra artonillada de ese corsé desde la ingles hasta la barbilla producían marcas que nunca se quitaron. Me sentía culpable de romper la mesa, pero así medio acostada y rígida podía seguir estudiando.
El caso es que me vi en sueños ante ese espejo, probándome pelucas porque tenía cancer y había que comenzar la quimio, ya sabía que me quedaría sin pelo, pero mi afán de no parecer muy fea y enferma me llevaba a buscar lo que me haría falta.
Por el espejo veía a mi padre sentado, observandome en silencio, como alejado pero presente, y yo sabía que estaba muerto pero que me miraba, y aún muerto lo vi sano, con sus dos piernas, silente como siempre.
Las pelucas eran de diferentes colores, probaba modos de llevar el flequillo y le decía a Joaquín, esto se acaba nene, ya sabes que durante un par de años tres estaremos visitando médicos y después nada...que pena, no te voy a ver mas.
Estaba en el comedor propio de los años 50, esos aparadores con cajones en el centro , armarios a los lados y un gran espejo de lado a lado, en el que yo me miraba y me hablaba cuando apenas subía un palmo del suelo, y gesticulaba mucho señalando a la que tenía enfrente.
Decía mi madre que me subía haciendo uso de los tiradores de los cajones a modo de escalera, aún lo recuerdo vagamente.
Igual que recuerdo vagamente como me colgaba del borde la mesa de dicho comedor balanceandome como un mono hacia adelante y detrás.
Esa mesa que dejé marcada con los tornillos del corsé ortopédico que llevé durante 3 años y medio muy largos, y que hizo de mesa de estudio, arrodillada sobre un cojín para que los ojos me quedaran a la altura del tablero y poder leer y escribir. Cuando me cansaba de esa posición, me ponía de pie con mis inocentes 14 años, me inclinaba apoyando el cuerpo sobre el borde y la barra artonillada de ese corsé desde la ingles hasta la barbilla producían marcas que nunca se quitaron. Me sentía culpable de romper la mesa, pero así medio acostada y rígida podía seguir estudiando.
El caso es que me vi en sueños ante ese espejo, probándome pelucas porque tenía cancer y había que comenzar la quimio, ya sabía que me quedaría sin pelo, pero mi afán de no parecer muy fea y enferma me llevaba a buscar lo que me haría falta.
Por el espejo veía a mi padre sentado, observandome en silencio, como alejado pero presente, y yo sabía que estaba muerto pero que me miraba, y aún muerto lo vi sano, con sus dos piernas, silente como siempre.
Las pelucas eran de diferentes colores, probaba modos de llevar el flequillo y le decía a Joaquín, esto se acaba nene, ya sabes que durante un par de años tres estaremos visitando médicos y después nada...que pena, no te voy a ver mas.