Años cumpliendo años sin su felicitación.
Mucha gente se ha acordado hoy de mi y a cada felicitación pensaba en la ausente, no con tristeza, sí con añoranza.
Una es bastante fetichista y cuando cayeron los 50 ella aún vivía pero su cabeza estaba solo sobre sus hombros, al cabo de unos meses me preguntó mi edad y cuando dije ese número redondo me contesto !coño que vieja eres ya!, me sonreí.
Después mejoró aunque su memoria no era la de siempre y después ya no tuvo la oportunidad de volver a felicitarme.
No voy a hablar de lo rápido que pasa el tiempo por obvio, solo voy a recrear a través de lo que ella contaba aquel martes trece de hace 53 años cuando estando la ciudad de romería en plena fiestas septembrinas se me ocurrió empujar con un mes de antelación y con ganas de salir al exterior a dar guerra.
Contra dirección de la romería el taxi intentaba hacerse hueco camino del hospital de La Fuensanta (menos mal que no me pusieron el nombre de la patrona - hospital) dónde desde hace muchos años luce un edificio dedicado a un gran almacén banderitas verdes.
Ella siempre contaba que su embarazo fue difícil porque al mismo medida que yo crecía, lo hacia un quiste del tamaño de una naranja que luego se redujo al de una nuez, o sea que fui formándome en una especie de huerto pre-valenciano anunciando ya de algún modo mi futuro. Lo de la nuez quedó en eso mientras yo crecía como una mujer no como una fruta vegetal o fruto seco.
Contaba también que cuando nací parecía un conejo cubierto de sebo, así de delgaducha y larga era, de y fea de narices.
Poco habitual era entonces parir en un hospital pero la situación lo requería, por eso fueron a verla y a verme, a ver a esa cosa flaca que había puesto en peligro a la madre. Y tan fea debía estar que ninguna mujer se atrevía a decir nada del bebé que dormía , pensarían que se pensaría la madre le tomaban el pelo. Una de ellas iba con su hija pequeña que mirándome dijo en voz alta "que dedos más largosss!, era lo que más se veía de mi.
Entre las visitas la prima Josefina que diplomática ella siempre dijo para solventar la situación :¿veis a esta? (refiriéndose al conejo y no me vayan por otro lado que les veo...) "pues esta se los va a llevar de calle".
Me lo contó una y otra vez, yo creo que cada cumpleaños, orgullosa ella de verme grande, sana, adulta y que algo de calle si me los llevaba.
Han pasado 53 largos y cortísimos años, sigo sintiendo predilección por el 13, por el martes trece, por el viernes trece, y todas sus combinaciones, hago bromas con esa fecha, y hoy lejos de la Plaza de la Fuensanta dónde está ese centro comercial me siento más vieja y más joven que nunca.
Rarita que es una, será cosa de las naranjas, nueces, conejos, romerías, patronas y de la madre que me parió que fue una mujer fantástica con muuuchos defectos, pero mi única madre.
Felicidades mamá.
Mucha gente se ha acordado hoy de mi y a cada felicitación pensaba en la ausente, no con tristeza, sí con añoranza.
Una es bastante fetichista y cuando cayeron los 50 ella aún vivía pero su cabeza estaba solo sobre sus hombros, al cabo de unos meses me preguntó mi edad y cuando dije ese número redondo me contesto !coño que vieja eres ya!, me sonreí.
Después mejoró aunque su memoria no era la de siempre y después ya no tuvo la oportunidad de volver a felicitarme.
No voy a hablar de lo rápido que pasa el tiempo por obvio, solo voy a recrear a través de lo que ella contaba aquel martes trece de hace 53 años cuando estando la ciudad de romería en plena fiestas septembrinas se me ocurrió empujar con un mes de antelación y con ganas de salir al exterior a dar guerra.
Contra dirección de la romería el taxi intentaba hacerse hueco camino del hospital de La Fuensanta (menos mal que no me pusieron el nombre de la patrona - hospital) dónde desde hace muchos años luce un edificio dedicado a un gran almacén banderitas verdes.
Ella siempre contaba que su embarazo fue difícil porque al mismo medida que yo crecía, lo hacia un quiste del tamaño de una naranja que luego se redujo al de una nuez, o sea que fui formándome en una especie de huerto pre-valenciano anunciando ya de algún modo mi futuro. Lo de la nuez quedó en eso mientras yo crecía como una mujer no como una fruta vegetal o fruto seco.
Contaba también que cuando nací parecía un conejo cubierto de sebo, así de delgaducha y larga era, de y fea de narices.
Poco habitual era entonces parir en un hospital pero la situación lo requería, por eso fueron a verla y a verme, a ver a esa cosa flaca que había puesto en peligro a la madre. Y tan fea debía estar que ninguna mujer se atrevía a decir nada del bebé que dormía , pensarían que se pensaría la madre le tomaban el pelo. Una de ellas iba con su hija pequeña que mirándome dijo en voz alta "que dedos más largosss!, era lo que más se veía de mi.
Entre las visitas la prima Josefina que diplomática ella siempre dijo para solventar la situación :¿veis a esta? (refiriéndose al conejo y no me vayan por otro lado que les veo...) "pues esta se los va a llevar de calle".
Me lo contó una y otra vez, yo creo que cada cumpleaños, orgullosa ella de verme grande, sana, adulta y que algo de calle si me los llevaba.
Han pasado 53 largos y cortísimos años, sigo sintiendo predilección por el 13, por el martes trece, por el viernes trece, y todas sus combinaciones, hago bromas con esa fecha, y hoy lejos de la Plaza de la Fuensanta dónde está ese centro comercial me siento más vieja y más joven que nunca.
Rarita que es una, será cosa de las naranjas, nueces, conejos, romerías, patronas y de la madre que me parió que fue una mujer fantástica con muuuchos defectos, pero mi única madre.
Felicidades mamá.
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