sábado, 31 de agosto de 2013

AUNQUE AUN QUEDE ALGUN DIA DE VERANO

Se nota el tiempo que viene pero no me produce nostalgia, no se puede añorar lo que no te gusta.
De modo invariable y pese a los años  transcurridos,  el inicio de curso escolar sigue vigente y siendo un punto de inflexión para mí. Mucho más que año nuevo.
Mi año nuevo comienza siempre a la vuelta de las vacaciones, las hayas tenido o no, cuando los escaparates, la publicidad y las noticias te informan que para muchos se acabó lo bueno, o supuestamente bueno.
Las pantallas ahora planas del televisor te inundan de recordatorios sobre los libros escolares del nuevo curso, del calzado infantil para los nenes, de la vuelta a los despachos de los "des-gobernantes".
Casi diría que el planeta entero se pone de acuerdo para hacerte ver que llegan días cortos, más oscuros, más frescos en principio y fríos después, se anuncian batallas de todo tipo en todos los ámbitos.
Los parques se llenan de mamás con sus hijos, carritos y cotilleos de media tarde sobre la aventura del verano que ha pasado, algunas lamentaran haber tenido que poner fin a un matrimonio como mínimo aburrido, las abuelas comentan que el mal tiempo les fastidia los huesos....

Pero a mi todo eso no me importa, lo que realmente me importa es sentir por las tardes, por fin, una brisa de aire que me acaricia como el mejor amante y me deleito con ella, quieta, concentrada en esa hermosa sensación.
No puedo vivir sin la brisa del aire,  me gusta tanto extender los brazos con las piernas separadas y dejar que penetre en todos los recovecos de mi cuerpo!
Lo que me importa y fascina es el cambio de luz que ya se advierte pero alcanzará su plenitud en octubre con un mediterraneo cielo azul, esplendido, claro y tan nítido!.
Me gusta la cercanía del otoño que me vigoriza y pone en contacto con la vida que fluye dinámica y serena a la vez conduciendote an la intimidad y recogimiento  del invierno.
Me gusta el otoño.

lunes, 19 de agosto de 2013

Con un sorbito de champagne


http://www.goear.com/listen/926eee9/con-un-sorbito-de-champagne-los-brincos



Siempre he tenido a la música como una de mis mejores compañías, por no decir la mejor junto con la lectura.
Estando arraigadas en mí músicas de otros tiempos, canciones, estados y momentos de todo tipo, pero siendo especialmente emotivas todas aquellas canciones con las que crecí en la década de los 60 y 70, de tal manera que al día de hoy las rememoro con un placer inmenso.
Mi vecina Juani, 10 ó 12 años mayor que yo, hija única de un matrimonio sin problemas económicos,  celebraba siempre no sé si con motivo de su cumpleaños o no,  guateques en su casa.
A ellos siempre invitaba a sus amigas, a mi hermana Loli y "la Mari", y el renacuajo que era yo siempre se mezclaba con ellas tres, por tanto no me perdía esos guateques.
Mis oídos escuchaban ( sin perder comba) todas aquellas canciones: si yo tuviera una escoba, el  martillo, Judit con disfraz, los paraguas de Cherburgo, mis manos en tu cintura, etc etc etc, no faltaban tampoco los discos de del coñac Fundador que yo ponía en el tocadiscos de casa.
Andaba yo de casa de Juani a casa de Mari, pero siempre con un común denominador, mi afán por conocer a través de ellas lo que era ser mayor;  "mamá cuando seré una chica?" era mi pregunta de siempre.
Mientras tanto con la excusa de que era una cría me colaba en todas partes, y como no en sus guateques, de los que recuerdo a fuerza de ser tan pequeña, que cuando se iniciaba el baile yo estaba como en un bosque de piernas, y alguien de vez en cuando me sacaba a bailar!.
Esos tiempos están muy lejos ya, pero cómo los añoro.

http://www.goear.com/listen/f440855/si-yo-tuviera-una-escoba-los-sirex

miércoles, 14 de agosto de 2013

NOCHES DE VERANO

Éramos un trío formado por la madre y sus dos hijas ,una a cada lado que cada noche de verano después de la cena dábamos un largo paseo desde la calle en la que vivíamos hasta el otro lado del río pasando por el puente viejo al otro lado de la ciudad.
Hasta llegar al puente viejo teníamos que recorrer el  paseo del Marqués de Corvera que acababa en la iglesia del Carmen (punto de salida de los coloraós el miércoles santo).
Ese paseo del Marqués era el ámbito que yo podía recorrer sola, a partir de la iglesia necesitaba compañía, pero eso es otra historia.
Una vez que  llegábamos al jardín del Conde de Floridablanca (cuanta aristocracia para un barrio obrero...) el paseo era más agradable, los jacarandás alfombraban con sus flores moradas la acera que pisábamos y el ficus al que yo me subía a escondidas nos vigilaba desde el otro lado de la verja de hierro que terminaba en puntas de flechas afiladas.
Yo le miraba de reojo sabiendo cuales eran sus mejores escondites y por los para subir a ellos me arañaba siempre todas piernas, luego me lavaba la sangre antes de que la viera mi madre.
Ella nos iba contando sus planes de futuro y yo me moría de ganas de llegar a la glorieta dónde nos esperaba la heladería que marcaba el punto final del recorrido y que daba paso al centro de la ciudad.
Tres cucuruchos de turrón! pedía ella y la boca se me hacía agua antes de tenerlo a mi alcance esperando morder los granitos de turrón mezclados con el helado, no sabía que me gustaba más, si el contenido del cucurucho o el cucurucho en sí, tan crujiente, y esa punta final dura rellena con los últimos vestigios del helado. En ocasiones especiales eran de nata montada, ay dios! que suprema delicia tan suave, delicada y dulce que se adentraba por toda tu boca y paladar.

La glorieta estaba  de tal manera que había que bajar unas escaleras a cuyos lados el muro era lo bastante ancho e inclinado con enlosado de piedra por el que yo me deslizaba hasta llegar al final en forma de asiento. Era una sensación de victoria que solo un niño puede experimentar cuando hace lo que cree una proeza.
Cuando teníamos nuestro cucurucho relamiéndonos y lamiéndolo muy despacio, dábamos vueltas alrededor de la  alargada fuente de la glorieta como si de una pequeñita Alhambra se tratara,  presidiéndola el cardenal Belluga con su busto cubierto de palomas, !el cardenal tiene pájaros en la cabeza!.
Los chorros del agua salpicaban el suelo y nos servían de refresco, por encima de nosotras el cauce del río que atravesaríamos muchas veces de vuelta por el puente de hierro paralelo al viejo y que desembocaba de nuevo en el jardín de Floridablanca.
A  veces si era temprano y la verja no estaba cerrada lo recorríamos y aprovechaba para subirme a los columpios y hacer el mono, cosa que se me daba bastante bien, no en vano en ocasiones me decían que parecía más un crío que una cría.

Otras veces el camino era en sentido inverso desde el "marquesado" hacia la estación de renfe, sobre todo si mi hermana tenía que echar alguna carta al buzón para que el tren correo la hiciera llegar al novio manchego.
Cómo me gustaba ir hasta la estación!. Paseábamos por el andén, con sus tiendas-kiosco abiertas aunque fueran las 12 de la noche, esos kioskos dónde mi madre cambiaba las novelas rosa ya  leídas por otras con historias nuevas.
Entonces la estación estaba muy concurrida a esas horas, y el mozo que ayudaba a los viajeros a llevar su maletas hasta el vagón, a mi me parecía muy viejo, pero no debía serlo porque ya bien adulta yo aún trabajaba y me ha cogido más de una maleta.
Pero de ese recorrido y paseo viendo las vías del tren que yo me quedaba mirando con deseo de seguir con ellas hasta el infinito, lo que más me intrigaba era el hecho de echar un sobre al buzón, me parecía algo mágico que con ese gesto alguien en otro punto de la geografía pudiera leerte después. Es cierto que la magia desapareció un poco el día que mientras mi hermana introducía la mano en la boca del buzón y asomó de pronto otra que le retiró la carta con urgencia.
El susto nuestro fue grande e imagino que el jolgorio del trabajador mayor aún.
Lo más bonito de todo con diferencia era ese tren tan largo, oscuro,  con sus letras doradas que indicaba en algunos vagones que eran vagones-literas. Cómo me gustaba el tren correo que salía a las 12 de la noche, la hora bruja, cómo soñaba con él.
Eran noches de verano, muy lejanas ya que se empeñan en volver a mi cabeza en estas de ahora, ruidosas, inhóspitas, insomnes...Eran noches de verano.

domingo, 4 de agosto de 2013

ESTÁ DECIDIDO

Si el cáncer no puede con mi compañera y sin embargo amiga del alma, mis huesos no podrán conmigo.
Por mucho que ellos yo quieran yo soy  más fuerte.
Por mucho que duelan, yo soy más fuerte.
Por mucho que me inmovilicen, yo soy más fuerte.
Por mucho que me abrasen, yo soy más fuerte.
Por mucho que se encojan, yo soy más fuerte.
Por mucho que no me quieran sostener, soy más fuerte.
Por mucho que se deformen yo soy más fuerte.
Soy más fuerte porque quiero serlo.
Soy más fuerte porque lo estoy demostrando.
Soy más fuerte porque son muy poca cosa para mi alma.
Soy más fuerte porque mi sostén no son ellos sino el amor.
Soy más fuerte porque solo me puede la muerte.
Soy más fuerte porque aprendo a serlo.
Soy más fuerte porque ellos mismos me están enseñando a ser más generosa, a que mi corazón se alegre solo con una canción, solo con una sonrisa, solo con una palabra, solo con una buena copia de vino, solo con el movimiento de la cola de mi perra.
Mi corazón se alegra cuando él entra por la puerta o simplemente está.
Mi corazón se alegra con la bondad de mucha gente.
Y por todo eso y mucho mucho mucho más, con cero costo, soy más fuerte.