Descubrí esta asignatura en sexto de Bachiller y me enamoré de ella haciendo honor a su nombre y lo que significa.
Se quedó grabado en mi mente lo que yo llamo el primer principio a seguir y que la define:
No tiene más valor que el de ella misma, su significado., amor por la sabiduría.
En unos tiempos en apariencia muy distintos a los de ahora, ya que corría el 74-75, aquello me marcó porque no participaba ni participo de esa actitud que hace que solo valores aquello que tiene una utilidad inmediata y clara con resultados igualmente inmediatos y claros.
En C.O.U cuando yo ya me interesaba especialmente por la res publica y demás, estudiaba en un instituto público situado lejos de mi casa y en medio de la huerta murciana.
Instituto masculino y frente a él el femenino "como Dios y a la Santa Madre Iglesia manda" .
Era gracioso por no decir patético vernos en los recreos, ellos salían al espacio intermedio y nosotros encerradas en el patio a través de las verjas hablando con ellos. Romeos y Julietas que solo coincidíamos a la entrada o salida. Qué de taquicardias cuando veías a alguno que te hacía tilín, ya fuese a la entra o salida.
Yo adoraba mis clases de filosofía con D. Antonio, un valenciano de cara seria con gafas, alto y delgado.
Además usaba de un corsé ortopédico que me impedía sentarme como las demás y guardaba en el armario de la clase un cojín sobre el que me arrodillaba en primera fila para que nadie me tapara la pizarra, y para que mis ojos pudiesen ver un poco a distancia los libros en mi pupitre y escribir, toda envarada sujeta desde el cuello hasta las ingles por aquel instrumento de tortura lleno de tornillos y barras (cuando alguno se me soltaba y salia rodando entre la ropa, riendo y yo con ellas decían !te falta un tornillo!)
Una de las primeras cosas que nos explicó él era que no debíamos creernos que por ser estudiantes no teníamos que saber coger una aguja y coser un dobladillo, a lo que yo asentía totalmente conforme.
El estudio de su asignatura para mí era un verdadero placer, desde los presocraticos hasta Kant, pasando por todos hasta llegar a aquel momento .
Cuando hacia calor para estudiar me ponía en la terraza lavadero de mi casa, apoyada en la pila con mi libro entre las manos y explicando los temas estudiados para verificar que me los sabía.
El acceso al instituto era un lodazal insoportable cuando llovía, de tal cualidad era dicho terreno que se nos hundían las piernas en el barro y no había dios que saliera de ahí, menos aún yo con mi corsé.
Hartos todos alumnos del masculino y las del femenino de aquella situación, decidimos hacer una plantada en medio de los dos institutos y de ahí ir en manifestación ante el ayuntamiento con nuestros zapatos llenos de barro.
La hicimos y juro que fuimos los dos institutos casi al cien por cien.
Otro día hicimos una huelga, y de mi clase fui la única que se quedó acudió. Con gran pena por mi parte por faltar a clase de filosofía pero dispuesta a perder lo que fuera para reivindicar lo que era justo. Solo queríamos que urbanizaran el acceso a los institutos.
Entonces acudían a reprimir manifestaciones los marrones, y tuvieron la genial idea de enviar furgonetas con rejas y montones de marrones para sofocar la protesta de aquellos niños, yo tenía 16 años.
Incluso en un momento dado cargaron contra nosotros que solo estábamos ahí quietos y muertos de miedo. Recuero con gran regocijo como corria como un gamo por los bancales de la huerta murciana con todo mi corsé, saltando, brincado corriendo, y no me pillaron!
Solo me preocupaba lo que pudiera pensar don Antonio, pero después me enteré de que por lo visto solo dijo mirando por la ventana y respecto a nosotros (yo) "que pena!" a saber que pensaba realmente.
Por su parte, mi profesor, mi querido profesor de filosofía no me recriminó absolutamente nada y seguí obteniendo mis notables y sobresalientes en filosofía. Recuerdo incluso que en un último examen, yo arrodillada ante mi pupitre con3 pesetas en él, no sé por qué extraña razón me quedé en blanco y no pude escribir nada, y lo sabía todo!
Mi querido profesor hizo algo impensable para que mí dado que yo pensaba que me había portado mal manifestando y haciendo huelga .Me repitió el examen a mi solita y saqué sobresaliente..
Gracias a ese primer valenciano que conocí siendo una cría, gracias a él que me hizo seguir amando la filosofía, que me entendió en silencio y seguro que me quiso en silencio.
Gracias al amor que siento por la sabiduía, y la envidía de quien la posee.
Se quedó grabado en mi mente lo que yo llamo el primer principio a seguir y que la define:
No tiene más valor que el de ella misma, su significado., amor por la sabiduría.
En unos tiempos en apariencia muy distintos a los de ahora, ya que corría el 74-75, aquello me marcó porque no participaba ni participo de esa actitud que hace que solo valores aquello que tiene una utilidad inmediata y clara con resultados igualmente inmediatos y claros.
En C.O.U cuando yo ya me interesaba especialmente por la res publica y demás, estudiaba en un instituto público situado lejos de mi casa y en medio de la huerta murciana.
Instituto masculino y frente a él el femenino "como Dios y a la Santa Madre Iglesia manda" .
Era gracioso por no decir patético vernos en los recreos, ellos salían al espacio intermedio y nosotros encerradas en el patio a través de las verjas hablando con ellos. Romeos y Julietas que solo coincidíamos a la entrada o salida. Qué de taquicardias cuando veías a alguno que te hacía tilín, ya fuese a la entra o salida.
Yo adoraba mis clases de filosofía con D. Antonio, un valenciano de cara seria con gafas, alto y delgado.
Además usaba de un corsé ortopédico que me impedía sentarme como las demás y guardaba en el armario de la clase un cojín sobre el que me arrodillaba en primera fila para que nadie me tapara la pizarra, y para que mis ojos pudiesen ver un poco a distancia los libros en mi pupitre y escribir, toda envarada sujeta desde el cuello hasta las ingles por aquel instrumento de tortura lleno de tornillos y barras (cuando alguno se me soltaba y salia rodando entre la ropa, riendo y yo con ellas decían !te falta un tornillo!)
Una de las primeras cosas que nos explicó él era que no debíamos creernos que por ser estudiantes no teníamos que saber coger una aguja y coser un dobladillo, a lo que yo asentía totalmente conforme.
El estudio de su asignatura para mí era un verdadero placer, desde los presocraticos hasta Kant, pasando por todos hasta llegar a aquel momento .
Cuando hacia calor para estudiar me ponía en la terraza lavadero de mi casa, apoyada en la pila con mi libro entre las manos y explicando los temas estudiados para verificar que me los sabía.
El acceso al instituto era un lodazal insoportable cuando llovía, de tal cualidad era dicho terreno que se nos hundían las piernas en el barro y no había dios que saliera de ahí, menos aún yo con mi corsé.
Hartos todos alumnos del masculino y las del femenino de aquella situación, decidimos hacer una plantada en medio de los dos institutos y de ahí ir en manifestación ante el ayuntamiento con nuestros zapatos llenos de barro.
La hicimos y juro que fuimos los dos institutos casi al cien por cien.
Otro día hicimos una huelga, y de mi clase fui la única que se quedó acudió. Con gran pena por mi parte por faltar a clase de filosofía pero dispuesta a perder lo que fuera para reivindicar lo que era justo. Solo queríamos que urbanizaran el acceso a los institutos.
Entonces acudían a reprimir manifestaciones los marrones, y tuvieron la genial idea de enviar furgonetas con rejas y montones de marrones para sofocar la protesta de aquellos niños, yo tenía 16 años.
Incluso en un momento dado cargaron contra nosotros que solo estábamos ahí quietos y muertos de miedo. Recuero con gran regocijo como corria como un gamo por los bancales de la huerta murciana con todo mi corsé, saltando, brincado corriendo, y no me pillaron!
Solo me preocupaba lo que pudiera pensar don Antonio, pero después me enteré de que por lo visto solo dijo mirando por la ventana y respecto a nosotros (yo) "que pena!" a saber que pensaba realmente.
Por su parte, mi profesor, mi querido profesor de filosofía no me recriminó absolutamente nada y seguí obteniendo mis notables y sobresalientes en filosofía. Recuerdo incluso que en un último examen, yo arrodillada ante mi pupitre con3 pesetas en él, no sé por qué extraña razón me quedé en blanco y no pude escribir nada, y lo sabía todo!
Mi querido profesor hizo algo impensable para que mí dado que yo pensaba que me había portado mal manifestando y haciendo huelga .Me repitió el examen a mi solita y saqué sobresaliente..
Gracias a ese primer valenciano que conocí siendo una cría, gracias a él que me hizo seguir amando la filosofía, que me entendió en silencio y seguro que me quiso en silencio.
Gracias al amor que siento por la sabiduía, y la envidía de quien la posee.
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