jueves, 19 de enero de 2012

LA RADIO - en el 75 aniversario de radio nacional

(HACE AÑOS DE ESTE ESCRITO AHORA RESCATADO)

El primer recuerdo, más que recuerdo - sensación que tengo de la radio es la de una tarde de un domingo cualquieradurante la retransmisión de un  partido de fútbol. Mi padre fumando y yo en cama, probablemente con un catarro, sentada, merendando un trozo de pan con algo más y en mi garganta ese sabor extraño mezcla del pan (del día anterior, entonces los domingos no abrían las panaderías) y el humo del tabaco. Nunca podré describirlo con exactitud, y jamás lo he vuelto a disfrutar aunque cuando pienso en él lo siento perfectamente en mi paladar.



Muchas veces, en domingos posteriores cuando la radio ha sido desplazada (al menos durante la tarde) por el televisor, me he asomado a la habitación dónde vegeta mi padre (que ya dejó de fumar), que solo hace crucigramas o mira indiferente la tele y me he quedado pensando si recordará aquellas tardes en las que lo que predominaba era el sonido radiofónico y la neblina formada por el humo del tabaco.



Continúan vividas en mí las noches también de domingo en las que acostada en mi habitación (bueno la habitación que compartía con mi hermana, incluida la cama. Eran otros tiempos, je!, cuando se decía que Franco era el mejor cocinero de España porque freía a la gente sin aceit, pues por la ventana pequeña que en lo más alto de la pared comunicaba con el dormitorio de mis padres, entraba la luz que despedía el aplique de la mesilla de mi madre. Ella siempre estaba enferma, yo creo que era el hambre y la falta de medios para criar a sus hijas. Entonces seguía con atención las obras de los clásicos en El teatro en el aire. Quedaron grabadas en mi memoria “El sí de las niñas y por todos los santos “Don Juan Tenorio”. Echo de menos ese teatro radiado.



Niña aún , recuerdo que seguía con envidia los guateques de mi hermana. De aquellos guateques, hechos la mayoría con la ayuda de la radio, mi canción favorita era aquella cuyo título olvidé pero que decía “la otra noche bailando estaba con Lola... la besé en la cara, la besé en la boca” y yo no podía entender por qué el cantante después de hablarle de amor a Lola le decía que se lavara la cara y se lavase la boca, hasta que transcurrido mucho, mucho tiempo volví a escucharla en la radio y ya no era “laveseenlacara” ni “laveseenlaboca”. Otra era aquella de “Con un sorbito de champagne” con la que se le declaró Paco a mi prima Nuchi.



Recuerdo las siestas de la canícula murciana (harto insoportable) acostada en una sabana sobre el suelo de la casa buscando algo de fresco junto con el sonido metálico de los cubiertos de alpaca que mi hermana fregaba con polvos Ta Ka Tac (o algo así), escuchaba  igualmente la radio mientras mi madre despotricaba con ella en un intento de que bajara el volumen porque no dejaba dormir a nadie y los vecinos nos iban a llamar la atención. No había forma, ella (mi hermana) empezaba a enseñarme a pronunciar en inglés las canciones de los Beatles.

Cuando salía del colegio a las cinco de la tarde llegaba a casa aún a tiempo de escuchar “Simplemente María”, una hora esa que en invierno nunca me ha gustado, me ponía triste, muy triste. No sé si por la hora, por el serial (o culebrón?) o por Elena Francis  atendiendo aquellas historias de amor, o desamor o tremenda ignorancia.



Pero pasemos página.










http://www.goear.com/listen/23e4409/la-lola-los-brincos


Hay una Nochebuena muy especial, ya los cuatro sentados en el comedor, dispuestos a cenar lo que a mí me parecía un festín. La radio en marcha, como no!. Hacía muy poquito que nos habían instalado el teléfono (ese verde manzana) y de pronto la terrible noticia de un tremendo terremoto en Guatemala. La radio nos convocaba a todos para que aportáramos nuestra ayuda en forma de alimentos o dinero, o ropa, creo que fue una de las  primeras veces que mi madre utilizó el teléfono para aportar lo suyo. Ya corrían mejores tiempos, no buenos, pero mejores.

El día de Año Nuevo teníamos una cita ineludible con ella, la radio para escuchar el concierto.



Pasaron años, no podría calcular cuantos, pero ya adolescente que había tomado conciencia de que era un ser vivo.
 Ya los estudios del bachillerato (el de toda la vida, el único). Estudiaba con mi radio de fondo, así me lo había enseñado mi hermana que había finalizado su carrera acompañada de ella y merced a una beca salario.

Recuerdo ya en la Facultad, o antes, al Loco de la colina, a aquellos programas que hablaban de hechos paranormales y que tanto me gustaban, y a Isabel Gemio, no me gustó verla en televisión.

Y estando en tercero, una tarde en la biblioteca de la Facultad muy pronto supe algo de la Guardia Civil y el Congreso y la hostia!. Llegué a casa después de haber pasado por delante del gobierno Militar y apremié a mi madre para que encendiera la radio. No nos lo podíamos creer. Estábamos en la cocina en medio, las dos de pié y mi sobrino muy pequeño mirándonos mientras se decretaba el toque de queda y ella me dijo “nena estás blanca”. Creo, creo no, sé que nunca he escuchado tantas horas seguidas la radio.



Al verano siguiente, por puro azar pude conocerla . Conocí a mi radio, porque es mía, por dentro. Tuve la gran fortuna de trabajar en una emisora de FM en un programa diario de música. disfrutaba como una enana, pude conocer sus tripas. Las tripas de las cosas y la gente son siempre lo más interesante.



Han pasado ya muchos años desde esas primeras tardes de domingo de fútbol en la radio, humo y pan duro. Tenemos vídeo, televisor, teléfonos, pan blando, libros, viajes. Mi hermana ejerce su carera en la Facultad, su hijo el deporte nacional, oposita a judicatura.

Y yo fui por derroteros bien distintos de los que se esperaban por mi licenciatura. Mi sobrino también se enamoró de la radio. Mi padre alterna radio con sus crucigramas y los libros.



Cuando voy a casa de mis padres, dónde cada uno tenemos ya nuestra habitación, por la noche aún puedo ver a mi madre un poco zombie circulando por la casa antes de acostarse, la radio en la mano junto a su oído, apagando el gas, las luces, comprobando si Pituso (mi gato) tiene comido, y todo ello antes de meterse en la cama para... para continuar a la escucha.






              

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