Doña Lola fue la única maestra que recuerdo con cariño en el colegio de Las graduadas del Carmen en Murcia.
Era una mujer de edad madura, soltera y de gesto adusto con unas gafas de miopía extrema y antiestéticas.
Vestía siempre con un sobro traje de chaqueta, colores oscuros y pata de gallo, la recuerdo con su pelo de mujer mayor y permanentado.
Solo la vi sonreír conmigo. A mi literalmente en un principio me acojonaba, (no más que la cubana que debió huir de Castro y nos atizaba con una vara de madera si deshacíamos un poquito la linea de la fila para entrar a clase o nos pegaba el chicle en el cogote bajo la mata de pelo si nos pillaba con él).
En esos días recuerdo una compañera que siempre llevaba buenos bocadillos para el recreo y confieso que en alguna ocasión intenté quitárselo porque me daba envidia y mi madre no me los hacia.
Una de las tareas que nos encomendaba la maestra era por decisión de ella y a modo de premio, escribir en el diario del curso con una letra lo más inmaculada posible y sobre lo que se hubiera estudiado durante la semana. Para mi ego infantil me solía escoger bastantes veces.
Yo era una cría que a veces tenía sus travesuras como todas,de hecho recuerdo (me sacaba bastante a la pizarra) que un día junto con contras tras su mesa , yo le sacaba la lengua a una compañera de pupitre. Estábamos leyendo en voz alta, y no sé por qué, de pronto, alzó su mano y me acarició la cara.
Me dio un susto tremendo porque pensé que me iba a dar un tortazo a modo de castigo pero cuando sentí su caricia me dieron unos remordimientos enormes, no me la merecía.
Como a todas me acompañó a la confirmación , en la que por cierto dí un berrinche a mi madre que me había cosido un vestido nuevo y yo por el frío en la iglesia no me quité el abrigo, de modo que no lucia aquel vestido verde que aún recuerdo.
Yo sabía que Doña Lola me quería , y yo a ella, pero aún no sé por qué.
Me pregunto si algún familiar se acordará de ella como yo me vengo acordando desde entonces
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